3.9.11


La flor no nace para ser hermosa. Nace para ser flor.
Su belleza requiere de quien la mire tenga la capacidad para descubrirla.
Pueden pasar a su lado cientos, miles.
Algunos ni siquiera se percatarán de su existencia.
Otros no encontrarán en ella nada singular que la haga resaltar del paisaje que la contiene.
Habrá quienes pensarán solo que es una flor más.
Aun tal vez aparezcan los que le dedicarán un par de miradas, atraídos por sus colores, y seguirán su camino.
Pero en algún momento surgirá quien no la consideré una flor más, quien tenga todo el tiempo necesario para deleitarse observándola en cada milímetro, quien descubra nuevas sensaciones al acariciar sus pétalos, quien no siga de largo y decida que es una flor demasiado hermosa como para no disfrutarla. Así, con profundo cuidado y amor, cavará en torno de su raíz y, poniendo todo su cariño y atención, la llevará a su propio jardín, donde pueda tenerla cerca para quererla, apreciarla, dejarse cautivar por ella y devolverle esa belleza.
Sin embargo, nadie le pidió que cambie su color, su forma, su aroma.
Ella nació Flor.
Así, también, tu vida puede ser como la de esa flor.
Quizá pasen cientos o miles a tu lado sin percatarse de tus valores, de tus sentimientos, de tu propia existencia.
Hasta  que alguien con la capacidad interior necesaria te descubrirá en medio del mundo.
Y posará en ti sus ojos.
Y te hará parte de su mundo.
… Sin que para ello debas cambiar o mostrarte en forma distinta.

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